1.19.2011

La muchacha de los zapatos preocupados

La muchacha de los zapatos preocupados sabe que es un error, pero no puede dejar de hacerlo. Camina y camina, cada paso que da se convierte en otro error que no puede deshacer.


Los pensamientos la golpean fuertemente provocando heridas internas. Heridas que nadie ve, nadie prevé. Ella sangra sin parar; su corazón, sus pulmones, su cuerpo entero pide, con fuertes sacudidas que la hacen temblar, detenerse… pero la niña de los zapatos preocupados no se detiene.


En su mente, aquellos pensamientos la torturan, le vuelven a crear heridas nuevas y aumentan aquellas ya hechas. Solo tiene una certeza: morirá.


Le preocupan sus padres, quienes la aman y no sabrán como decirle adiós; teme que no se recuperen del perderla.


Le preocupan sus hermanos y sobrinos, ya no será la niña a quien consentir por los primeros y no consentirá a los segundos. ¿Quién les enseñará a creer en la magia, a ver unicornios en los prados y encontrar hadas en el reflejo del agua?


Le preocupan sus amigos, ¿quién cantará en las tardes de estrés en la escuela? ¿Quién hablará sobre mundos fantásticos y creará otros nuevos solo para el deleite de quienes la escuchan?


Nadie.
Nadie, porque no habrá nadie como ella.


Y entonces cae en la cuenta:
¿cómo abrazará otra vez a sus padres? ¿cuándo volverá a verlos? ¿Cuándo será la mujer que siempre deseó ser? ¿Cómo volverá a cantar a sus amigos? ¿Cómo volverá a reír con ellos? ¿Qué hay de ella, del dolor que le causa el abandonarse?


Muchas preguntas, ninguna respuesta.


Ella sigue caminando. Sus zapatos preocupados, su mente preocupada y su alma en desgracia acompañan a ese cuerpo herido, casi muerto.


La muchacha rompe su suerte, la pone en sus zapatos, se cerciora de haber cometido errores, de estarlos cometiendo, ata los cordones de sus zapatos preocupados y sigue caminando: dejando a todos aquellos a quien ama, para que no la vean morir.



Inspirada en la canción "Worried Shoes" por Daniel Johnston


Ana Arcia