Se quedó sumida en una oscuridad
mental. La negrura se le pegaba a los ojos, no importaba cuánto luchara, no
podía abrirlos. No sabía qué había pasado, porque aquello no tenia sentido.
Tampoco conocía cuánto tiempo había yacido sobre el asfalto mojado y frio.
Esforzándose hasta los limites, Julia se retorció para quedar bocabajo, apoyaba
el mentón en la superficie fría y lisa. Al fin, pudo abrir los ojos y lo que
miró la dejó anonadada. Habías miles de lucecitas rojas suspendidas en el
espacio, pero la verdad era que salían de un cuerpo que yacía en una posición
extraña, con las piernas largas dobladas en un ángulo mortal. Tardó unos
minutos en comprender que aun seguía en una especia de lucha, porque había
hombres que peleaban y gritaban, se empujaban a diestra y siniestra. Como pudo,
se puso a gatas y se arrastró hasta aquel cuerpo.
El muchacho temblaba débilmente, sus
labios no paraban de susurran un mismo nombre:
─Ju…Julia.
─Sh… Shhh… ─trató de silenciarlo. ─Todo
es-estará bien ─quería creer las palabras que sus labios habían pronunciado,
quería aferrarse a ellas, aunque la realidad le decía una y otra vez lo
contrario. Las lucecitas rodeaban el cuerpo de Rodrigo, como si hubiesen salido
de él y lo acompañaran por sus últimos minutos de vida. Había una daga,
adornada con brillosas piedras, hundida en el pecho del muchacho y una enorme
rueda oscura se extendía sobre su delgado suéter gris.
─Julia ─alcanzó a decir. ─T-te
quie-ro.
─Yo también te quiero ─murmuró ella,
mientras pesadas lagrimas le surcaban el rostro. Eso no podía estar sucediendo.
─No te preocupes… Estarás bien. Solo… aguanta. Aguanta. No te dejaré ir…
Aguanta. Estaré contigo por…
─…siempre ─terminó Rodrigo. ─Me
du-duele. Quí-quítalo.
Julia alzó su mano de dedos largos y
con temblores que no pude reprimir, sujetó el mango dorado de la daga. Le ardió
al contacto, pero no la soltó, el ardor se extendió de los dedos a la palma de
su mano y subió por el brazo hasta llegar al hombro. Armándose de valor, Julia extrajo la daga del cuerpo de su hermano con
un solo movimiento. Dejó caer el instrumento a su lado y notó que el ardor
desaparecía lentamente. Acarició el rostro de Rodrigo, sudoroso y frío. Él alzó
su mano, buscando a tientas el rostro de Julia y apenas lo hubo tocado, su mano
cayó inerte sobre su pecho.
─¡Rodri! ¡Rodrigo! ¡RODRIGO! ─Julia
tomó a su hermano por los brazos y trató de moverlo. Sacó fuerzas de alguna
manera y logró acomodar a su hermano sobre su regazo.
Un muchacho de cabellos chinos y
oscuros se acercó a ella y tomó la daga, se abalanzó contra Julia, tratando de
herirla, pero otro hombre se interpuso entre Julia y el muchacho, salvándola de
una muerte segura. Julia no puso atención alguna en lo que sucedía a su
alrededor, solo sentía un vacío gigante que jamás sería llenado. Entonces algo
le pegó duro en la cabeza y volvió a entrar en una profunda oscuridad.
.___. chuta parece que la dejaron inconsiente :/ oye tu escribes todo esto? yo tmb escribo pero me da verguenza publicarlo a veces! xd pero te quedan muy bien :D
ResponderEliminarU.U wa eso me entristece pero espero con ancias leer lo que pasar...
ResponderEliminarAnie! eres mi escritora faborita jeje xD