10.14.2011

El imaginante



Un chico ordinario, con una vida ordinaria y una común bicicleta decidió ir a la escuela en aquellas dos ordinarias ruedas. La noche había sido fría y el día también lo sería, el sol estaba oculto y había tenido que cubrirse muy bien para no enfermar, con lo delicado de salud que era. Así que listo y con buena pinta, se montó en su bicicleta y con una sonrisa en el rostro partió de casa. Dedicó un seco "Adiós" a su madre al pedalear por primera vez y se perdió entre aquel manto blanco.

El chico, perdido en su mundo imaginario, se sentía lleno de adrenalina, como si algo maravilloso fuese a ocurrir. Entonces, de improvisto, pedaleó más fuerte para sacar un poco de esa energía que lo haría explotar en cuerpo y alma. Comenzó a reír como un loco, como si fuese un crío que acaba de subirse a una montaña rusa después de haberlo deseado por mucho tiempo. Con el viento colgelandole las mejillas y el gorro cubierto por una pelusilla blanca, siguió avanzando a una velocidad vertiginosa. No se fijó, por supuesto, en que el autobús escolar amarillo daba la vuelta en la esquina, viniendo hacia él y augurando algo malo. Y ocurrió que, las llantas del bus chirriaron tratando de evitar el golpe mortal, pero sin éxito alguno.

El chico, tumbado sobre las calles despejadas de nieve, tosió sangre y quedó cegado por una deslumbrante luz blanquecina. Algo mágico había sucedido, había viajado a un mundo en que todo era libertad, un mundo que le pertenecía y en el que cualquier imaginante desearía estar: el mundo que él mismo había creado... solo que después de la muerte.

1 comentario:

  1. ¡Definitivamente me encanto!
    Un final inesperadamente tragico :)

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Escúpelo, que dentro te hace daño.