Todos estaban parados en sus
respectivos lugares. El Rey, en la cabeza de la mesa alargada, alzó su
regordeta copa, distinta a la de los demás.
―Esta noche, quiero
agradecer la presencia del Príncipe Yhorel, de Daraídhe, que ha alegrado la
vida de mi amada hija con su vista. Deseo que juntos, hagamos un brindis por
ella, por su salud y su felicidad, por que cumpla muchos años más. ¡Por Narthi!
―¡Por Narthi! –dijeron todos
a coro mientras ella los observaba desde su asiento. Hombres y mujeres le
dedicaron sonrisas y alzaron sus copas.
Su padre fue el único en
beber el líquido de color sangre, mientras que los demás se sentaban. El Rey
continuó de pie y observó profundamente a su hija, sonriendo. Entonces, la
sonrisa de su rostro se desbarató en una mueca terrorífica, el hombre se
contorsionó y se dobló por la mitad, recargándose sobre la mesa y provocando
que la pulcra vajilla de color marfil tintineara. Narthi observó detenidamente
el suceso. No hubo ninguna idea que le cruzara por la mente, hasta que vio que
su padre no podía sostenerse más y caía de lleno sobre la mesa…
Las mujeres gritaron y los
Lores miraron extrañados a su alrededor. Fue Yaeth, el mismísimo Consejero del
Rey, quien se levantó de su asiento y fue hasta él, ayudándolo. Lo siguiente
que Narthi supo fue que ella corría desaforada, rodeando los asientos que se
interponían entre el de su padre y el de ella, de extremo a extremo. Se
arrodilló sobre su vestido color rojo, acercándose a la figura de su padre que
yacía tendido sobre el suelo. El hombre alzó una regordeta mano hasta ella y le
acarició la mejilla.
―De…debes… i-ir… ―el Rey
tembló profundamente mientras dedicaba su ultima mirada en este planeta. El
rostro de su hija apareció en su mente y se llevó el recuerdo de su rostro
preocupado, confuso, siempre tan legible…
Narthi gritó, aterrorizada;
profirió gritos, derramó lágrimas mientras el Consejero trataba de
tranquilizarla. Yhorel también se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. El
revuelo que se formó en la sala era enorme, pero nada parecía importar, solo el
hecho de que el cuerpo de su padre yacía
sin vida sobre el suelo.
Querida amiga
ResponderEliminarme atrapas con lo que escribes.
Te sigo leyendo.
besos