10.28.2011

Un regalo inesperado

Todos estaban parados en sus respectivos lugares. El Rey, en la cabeza de la mesa alargada, alzó su regordeta copa, distinta a la de los demás.
―Esta noche, quiero agradecer la presencia del Príncipe Yhorel, de Daraídhe, que ha alegrado la vida de mi amada hija con su vista. Deseo que juntos, hagamos un brindis por ella, por su salud y su felicidad, por que cumpla muchos años más. ¡Por Narthi!
―¡Por Narthi! –dijeron todos a coro mientras ella los observaba desde su asiento. Hombres y mujeres le dedicaron sonrisas y alzaron sus copas.
Su padre fue el único en beber el líquido de color sangre, mientras que los demás se sentaban. El Rey continuó de pie y observó profundamente a su hija, sonriendo. Entonces, la sonrisa de su rostro se desbarató en una mueca terrorífica, el hombre se contorsionó y se dobló por la mitad, recargándose sobre la mesa y provocando que la pulcra vajilla de color marfil tintineara. Narthi observó detenidamente el suceso. No hubo ninguna idea que le cruzara por la mente, hasta que vio que su padre no podía sostenerse más y caía de lleno sobre la mesa…
Las mujeres gritaron y los Lores miraron extrañados a su alrededor. Fue Yaeth, el mismísimo Consejero del Rey, quien se levantó de su asiento y fue hasta él, ayudándolo. Lo siguiente que Narthi supo fue que ella corría desaforada, rodeando los asientos que se interponían entre el de su padre y el de ella, de extremo a extremo. Se arrodilló sobre su vestido color rojo, acercándose a la figura de su padre que yacía tendido sobre el suelo. El hombre alzó una regordeta mano hasta ella y le acarició la mejilla.
―De…debes… i-ir… ―el Rey tembló profundamente mientras dedicaba su ultima mirada en este planeta. El rostro de su hija apareció en su mente y se llevó el recuerdo de su rostro preocupado, confuso, siempre tan legible…
Narthi gritó, aterrorizada; profirió gritos, derramó lágrimas mientras el Consejero trataba de tranquilizarla. Yhorel también se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. El revuelo que se formó en la sala era enorme, pero nada parecía importar, solo el hecho de que el cuerpo de su padre  yacía sin vida sobre el suelo.

1 comentario:

  1. Querida amiga
    me atrapas con lo que escribes.
    Te sigo leyendo.
    besos

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Escúpelo, que dentro te hace daño.