11.21.2011

El árbol solitario



Cuenta una leyenda nuktaniana, que el primer heredero de la nación se enamoró de una muchacha que servía al palacio. A él no le importaba verla mugrienta en todo momento, con las manos lastimadas y el cabello adherido al rostro por la fina capa de sudor que lo cubría. Es más, el príncipe quería hacer algo para librar a aquella chica de su terrible vida. Pero tenía miedo de decirle al rey sobre sus deseos. El soberano no lo aprobaría. No había ninguna posibilidad que el Rey aprobara una relación así: la realeza debía casarse con la realeza.
Como su relación era prohibida, los muchachos comenzaron a escapar. Se encontraban bajo la sombra de un gigante árbol, con el tronco y las ramas retorcidas. Ahí se veían, se amaban solo con la mirada y bajo el efecto de las lunas, se abrazaban fuertemente y rozaban delicadamente sus labios. Ambos soñaban con pasar el resto de sus días juntos. El príncipe estaba dispuesto a dejar sus riquezas y la muchacha, a escapar. A veces imaginaban que se largaban de Nuktaé y que vivían en otro país donde el título de nobleza no importaba. Desafortunadamente, ambos tenían que separarse bajo aquellas espesas ramas y regresar a la realidad. Entonces el príncipe volvía a estar bajo su cama cómoda y la chica a descansar en una cama hecha de montones de paja, cubierta por una sábana.
Y así siguieron durante mucho tiempo, hasta que el príncipe, inspirado en valentía por un sueño en el que se casaba con la mujer de su vida, se enfrentó a su padre y confesó sus más sinceros deseos. El rey reaccionó al instante, acusó a la sirvienta de magia oscura. El príncipe, embargado en el temor, gritó que había sido amor puro lo que los había unido, que aquella hermosa mujer no lo había hechizado. El rey hizo caso omiso de las palabras de su hijo, pues no podía ayudarle a forjar un matrimonio con una plebeya, y condenó a la chica a la hoguera. Desesperado, el príncipe recurrió a la hechicera del reino, para pedirle que abogara por su amada, pero ella se rehusó, pues podría ser condenada también. El hombre enamorado no encontró salida alguna, regresó al palacio y observó cómo llevaban a la muchacha. Ella lloraba y al pasar a su lado, le dirigió una mirada tierna y cautivadora. Los tambores retumbaron y el fuego fue prendido. La muchacha comenzó a retorcerse y chillar, mientras que el publico espectador observada. El príncipe, lleno de dolor y frustración, esquivó a los guardias y se internó entre las gigantes llamas. A pesar del dolor, la muchacha aun conservaba la cordura y alcanzó a escuchar las palabras de su amado. “Estaremos juntos por siempre”. Las almas de aquellos dos enamorados se adhirieron al árbol que les había proporcionado refugio, aquel árbol que habían dejado tan solo.
Dicen que, el árbol permanece sin hojas todos los años, debido a que recuerda las muertes de aquellos amantes. Siempre, en las mismas fechas, pierde sus hojas con la muerte y las recupera con el verdadero y eterno amor.


5 comentarios:

  1. Anaa esta precioso :3 Claramente es parte de tu amado mundo de Nuktaé, me emociona que escribas, lo haces exelente!
    Besooos

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  2. Preciosas palabras sobre sentimientos que todos hemos tenido alguna vez. Con regusto agridulce.
    Besos

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  3. Ay, esta todo hermoso, casi me hace llorar, te lo juro que si. :D
    Me encanto!

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  4. ANA! Acabo de notar que un tu cabecera aparece un mapa de Nuktaé :3 Que lindoooooo *-*

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  5. Gracias por el comentario que me dejaste hace algún tiempo en mi blog, fíjate que lo tenía abandonado, y no lo noté. En fin, me agrada tu blog, además que con el simple hecho de compartir el gusto por HP, ya hace que me agrade. Además que por esta entrada confirmo que escribes hermoso.

    Saludos, nos seguimos leyendo. ;)

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Escúpelo, que dentro te hace daño.