Preguntas existenciales

Recuerdo que una vez, mientras cursaba el bachillerato, la profesora de filosofía nos dio unas copias en las que se hablaba del existencialismo, del budismo y otros temas de la misma índole. Ella dijo que teníamos que hacer preguntas existenciales, la mayoría del grupo rezongó y puso cara de "qué flojera". Pero yo, llegué a casa y me puse a hacer la tarea. Al principio no sabía cómo comenzar, pero poco a poco el grafito de mi lápiz amarillo fue deslizandose sobre la hoja, al reverso de las fotocopias que la profesora había entregado. Al día siguiente, me presenté con más de 80 preguntas. No las quise mostrar, porque eran mías, porque hablaban de mis muchos problemas existenciales, hablaban sobre mis tendencias suicidas, los problemas de otros que había hecho míos, hablaban sobre el miedo, sobre todo lo que me rodeaba, todo lo que me hacía ser como era. Hablaban de toda mi existencia. La profesora no revisó esas preguntas, mis compañeros repelaron porque habían hecho diez o veinte preguntas a lo mucho, sin obtener nada a cambio. Yo no dije nada, estaba complacida conmigo misma. Había descubierto una filosofía que se adhería completamente a mi.

Aún tengo esas preguntas, guardadas en alguna de las tantas carpetas de papeles pasados, papeles que me recuerdan sucesos inolvidables.