El chico con moretones

Querida mamá:

No quiero herirte, de verdad. Pero he pensado en todas estas cosas que me han dicho algunas personas, cosas que me han marcado y herido. Hoy te escribo esta carta, porque quiero hablar de esas cosas intocables.

Sé que estuviste a punto de matarme con unas pastillas, sé que la gente a tu alrededor decía que era peligroso y que no podrías conmigo. Agradezco que hayas sido valiente y que a pesar de todas esas opiniones, me dieras la oportunidad de conocer este mundo. Tu dices que a un verdadero hijo se le quiere, cuando se le da a luz naturalmente. Pero yo no nací de ese modo, ¿cierto? 

Y esta noche, en la que me has gritado y golpeado, pienso que no me quieres. 

De verdad, no quiero herirte, pero debo decirte que yo no pedí venir al mundo. Te lo agradezco, pero no me gusta la vida que me has dado. No me gusta que me dirijas la palabra sólo para ordenarme cosas y que nunca me preguntes cómo estoy. No me gusta que quieras a otros más que a mí, que me hayas olvidado y que creas que no necesito cariño alguno porque luzco fuerte y rudo. 

¿Qué pasa si mi destino fue no existir? Quizá forzaste todo y me trajiste a este mundo solo a sufrir. Así que, mamá, perdóname, pero no puedo más. Esta carta es para decirte adiós, porque me marcho a un lugar mejor. Un lugar en el no estarás, un lugar en el que seré yo mismo, seré feliz y más feliz. Habrá paz, seguridad, comodidad y felicidad. 

Adiós, mamá. Te quiero, aún así. 

Sinceramente, 

el chico con moretones.