El otro día, en una charla casual con unas amigas, me preguntaron cuál ha sido el día más feliz de mi vida. Y no pude contestar. Lo pensé mucho y lo sigo pensando. No creo tener un día completamente feliz, pero sí puedo recordar momentos.
Momentos llenos de luz que han iluminado esta vida de casi 28 años. Momentos memorables junto a mi familia, mis mascotas, mis amigos e incluso, desconocidos. Podría publicar muchas fotografías de esos momentos, compartir con ustedes cientos de selfies, donde estoy sonriendo y disfrutando de algo o de la compañía de alguien. Podría hablar de todo lo bueno y maravilloso. Carajo, sí quiero hacerlo, pero también quiero compartir con ustedes lo malo. Espero no darme a malentender: no soy ni una persona ni una historia triste, ni planeo solo fijarme en lo negativo, simplemente quiero demostrar que no sentirte bien también está bien.
Todo el tiempo nos dicen, nos muestran, que debemos sonreír. La felicidad se nos muestra como la meta principal en esta vida, en la que al fin nos sentiremos bien y realizados. Cuando sea feliz... Y comenzamos esta tonta búsqueda de la felicidad que no hace más que enfermarnos (a muchos de nosotros), desesperados, intentando hacer de todo y todo para encontrar ese estado pleno que nos fue prometido. Pero, oh, sorpresa, ¿qué pasa si olvidamos los momentos felices y satisfactorios porque estamos buscando una felicidad duradera que probablemente jamás va a llegar?
No llores, nos dijeron. Reprimimos nuestros sentimientos de pequeños y ahora siendo adultos, mucho más. No muestres sentimientos negativos. Pero esos sentimientos, tuyos, nada ni nadie te los puede arrebatar. Y está bien que sientas enojo, tristeza, decepción, alegría, desinterés y que al rato sientas muchas cosas más.
Es normal, eres humano después de todo. ¿O no?
So, fuck it! De ahora en adelante, también las fotos de mis lágrimas, de lo bueno y lo malo.
Yo, después de llorar porque me sentí muy triste |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escúpelo, que dentro te hace daño.