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1.31.2017

Lo que dijimos entre dientes


Reíste cuando dijeron que tenías gustos raros. Me habría gustado tomar la palabra "raro" como algo bueno, pero mi mente insegura solo hizo mandarme señales rojas, señales que quedaron marcadas al rojo vivo en mi pensamiento, en mi piel. ¿Por qué no les dijiste que no era raro, sino deferentes? ¿Por qué no les dijiste que me preferías a mí sobre todas las demás? ¿Por qué no les dijiste que, en el momento en que sentiste interés en mí, pensaste que era única?
Cuando te despediste en mi puerta, sonreíste y me besaste como si nada hubiese ocurrido.
—Te quiero —murmuraste en cada beso. Me quedé muda. Me miraste esperando alguna señal de que diría las palabras que necesitabas escuchar.
—Adiós —te di un último beso y cerré la puerta de casa para no verte más esa noche. Me había lastimado que no aclararas que raro estaba bien, porque yo necesitaba saber que raro está bien cuando se trata de mí; yo lo necesitaba tanto como tú escuchar esas palabras. —Y yo a ti —pero ya no estabas.
No lo supiste. No supiste que ya era muy tarde, que ya podías destruirme si lo querías.


1.30.2017

Lo que dijimos en la madrugada

—La madrugada huele —desde pequeña lo creía, lo sentía en los orificios de la nariz, ese olor indescriptible a nuevo, alejado de la rutina, inundando mis pulmones; olor a madrugada y a aventura.
Lo había repetido en muchas ocasiones pero hasta ahora, hasta ese momento, solo había recibido miradas extrañas como respuesta. No sé por qué lo dije, quizá es que te tenía confianza.
—Sí... A madrugada. También huele a silencio.
Yo jamás había sentido el olor a silencio, debo confesar.
—¿A silencio? —no podía responder como me habían respondido muchas veces, porque sabía lo difícil que es tratar de explicar algo cuando no encuentras las palabras para describirlo.
—Sí, al olor a madrugada generalmente lo acompañan el olor a silencio y quietud.
Quizá el olor a silencio era esa sensación de paz que llegaba cuando respirábamos aquel aire limpio de los olores del día. Asentí.
Tú sonreíste, como si hubiésemos emprendido un viaje de esos que la gente presume en sus fotografías. Lo cierto es que emprendimos un viaje que no se podía describir con palabras, como el olor a madrugada y silencio.