Solía sentarme en la cama, abrazar mis piernas y
balancear mi cuerpo mientras observaba las estrellas. Respiraba
profundamente y viajaba; lejos, muy lejos. Mis alas me permitían llegar hasta
un mundo diferente, en el que yo era yo. Sin falsedad, sin dolor, sin
menospreciarme. Solo yo y yo, amándome a mí misma, libre de todo juicio y capaz
de hacer todo. Nada era imposible.
Mi mente estaba allá, pero yo seguía en la cama.
Y después, lloraba de frustración, porque yacía en una cama, con las piernas extendidas sobre el duro colchón y los brazos
inertes a los lados de mi torso; el cuerpo inmóvil. Para siempre inmóvil. Respiraba
por un aparato y mi coraza se quedaba en éste mundo corpóreo. Yo no viajaba, no
de verdad. Todo era una mentira creada por mi mente. Un sueño que jamás se
volvería realidad. No tenía alas ni
fuerza para levantarme de ése profundo letargo. Yo era yo, pero no era yo. Yo
estaba en aquella cama, mi cuerpo lucía como yo, pero la verdadera yo estaba
vagando en la infinidad incorpórea, en las fantasmales luces de un
hospital. Nada era posible ya.
Iba a morir.
Es genial!! sigue así
ResponderEliminarTe quedó increible! La pobre chica está en coma verdad? :/ Dios, amo la manera en que escribes ana :3
ResponderEliminarTus relatos tienen ese toque.. melancólico? triste?
ResponderEliminarque los hace tan especiales ..y también causan escalofríos..
Besos :3