Luces Coloridas

El libro que leo es demasiado interesante. Ni siquiera pongo atención a la ventanilla del autobús. Amo pensar o crear historias mientras viajo en autobús y observo el mundo ajeno por el cristal, pero en ésta ocasión el libro va ganando. Sonrío en alguna línea graciosa y por el rabillo del ojo logro ver que alguien acaba de subir al vehículo y me está observando. Es un poco extraño. En una ciudad como la mía, los autobuses siempre van repletos de personas. Pero sé que éste autobús está bastante vacío como para que una persona no encuentre asiento. Aun así, no le presto demasiada importancia. Las líneas pasan una tras otra por mi vista y disfruto de las letras, pero una brisa de aire fresco agita mis cabellos, provocándome cosquillas en las mejillas.

Es la primera vez que despego los ojos de las amarillentas hojas de aquel libro viejo. El chofer detiene el autobús y baja para hacer el chequeo de su tarjeta en las oficinas del transporte.

Y es cuando sucede, cuando sé que todo va a salir mal.

El hombre que estaba parado en el pasillo me jala, levantándome de un tirón. Un brazo me tiene sujeta contra su cuerpo y la otra mano aferra una navaja que amenaza con cortar la delicada piel de mi cuello. No puedo pensar nada para zafarme de esto. Mi cuerpo no me permite moverme. Estoy paralizada por el miedo. Mi corazón late y siento su ritmo.

Ni siquiera puedo llorar.

La gente chilla en el autobús y me observan con rostro de lástima. Veo y oigo, pero no comprendo nada. Son solo cuerpos que se mueven mientras intento pensar, mientras intento estar cuerda.

Entonces siento ardor en el cuello, siento como la fina hoja se clava en mi garganta de lado a lado. Quiero respirar, pero no puedo. Y veo luces, muchas luces de colores.

Y sé en menos de un segundo que este es el final de mi vida.

Mi vida ha sido un libro no tan emocionante, con un final muy inesperado.

Lo único que puedo hacer ahora es llorar y dejarme llevar por esas luces coloridas que me llevan hasta el final.