11.13.2020

Querido papá

Querido papá:

No lo sabías, pero escribo cartas. A veces me escribo a mí misma, muchas otras les escribo a mis amigos, a los desconocidos que me leen en internet y también a mis gatos. Así que pensé "¿por qué no escribirle una carta a papá?". Ahora lo pienso y creo que debí haberte escrito cuando estabas aquí en cuerpo, debí haber dicho y hecho muchas cosas contigo, pero ahora ya no podré. Ahora es tiempo de aferrarme a los recuerdos y aceptar que las cosas son como son y que muchas veces no puedes cambiarlas.

Ayer me puse a ver fotos viejas, esas que están en una caja maltrecha, y te encontré en esos momentos. Me pregunté cómo serías cuando estabas pequeño, cuál fue tu primera palabra, cómo te llevabas con tus hermanos y qué tantas travesuras hiciste. Me pregunté cómo fue para ti dejar tu casa, qué sentiste cuando viste a mi madre y cómo fue para ti crear una familia. Vi las fotos en la que estás en la playa con mis hermanas, estas sosteniendo a una de ellas. Me pregunté cómo te sentías al saber que tenías hijos y cómo te sentiste cuando yo nací. ¿Te dio miedo? ¿Alguna vez pensaste que no podrías ser un buen padre?

Veo tus fotos de cuando eras un joven de diecinueve y tus fotos cuando tenías cuarenta y tantos, cincuenta, sesenta, setenta... Y te ves tan distinto a ese joven de diecinueve. ¿Tenías sueños? ¿Cuáles eran? ¿Los cumpliste? Me pregunto cuáles fueron los momentos más felices y los más difíciles en tu vida, cuál era tu olor y color favorito, cuáles fueron esos momentos que siempre guardaste en tu memoria. Me pregunto cuál fue tu último pensamiento, tu último deseo... 

Me pregunto qué sentiste en el momento en que dejaste este mundo. 
¿Dolió? Espero que no. De verdad, espero que no. Me gusta creer que no, que tu alma se elevó y trascendiste. Te volviste parte de un todo, del universo, de la vida, de la lluvia y el viento y las estrellas y el cielo. 

Ya no puedo darte mucho ahora, pero quiero creer que te di mucho mientras estuviste aquí. Traté de entenderte, de valorarte y traté de hacerte sentir orgulloso. Espero haberlo logrado, espero haberte hecho feliz en un día malo y haberte hecho sonreír. Espero haber sido la razón por la que te sintieras satisfecho, espero que sintieras reales las últimas palabras que te dije. Te quiero. Y sí, te quiero mucho.  

Gracias por todos los momentos buenos y los malos. Gracias por hacerme enojar, y hacerme crecer. Gracias por los chanclazos que me diste cuando estaba pequeña, gracias por hacer de esa la única vez que me pegaste. Gracias por llevarme a ver al abuelo contigo y comprarme raspados en el parque de Juchitán. Gracias por la pelota que me compraste ahí y por los juguetitos de rompecabezas que me comprabas en los puestos de dulces. Gracias por enseñarme a ser amable con los demás, por enseñarme  a cómo calentar un termo para guardar la carne asada y a servir un buen tarro de cerveza. Gracias también por combidarme de tu cerveza en mi infancia, cuando me gustaba tomarla. Gracias por el alimento y la educación que me diste, gracias por pagarme mis estudios universitarios y permitirme comprarme el quinto libro de Harry Potter en vez de ropa en aquel diciembre. 

Gracias por pellizcarme los caquetes y darme coscorrones cuando pasabas, entiendo que esa era una de tus tantas maneras de decir que me querías. Gracias por pelear conmigo y ser terco como eras. Gracias por comprarme mi pijama favorita de Winnie Pooh y por hablar por teléfono conmigo cuando trabajabas lejos. 

Gracias por apoyarme cuando no quise ir a trabajar más en ese trabajo que me hizo sentir tan mal; gracias porque cuando me dijiste que ya encontraría otro trabajo y algo que me gustara, sentí que un gran peso se iba de mí, me sentí aliviada porque tú me apoyabas y honestamente, pensaba que serías el último que lo haría. Gracias por respetar mi decisión de irme a trabajar lejos. Aún recuerdo que me preguntaste que a quién le había pedido permiso y te dije que a nadie, pero aún así no dijiste nada más.  Gracias por comprar todas las comidas que quería comer después de haberme ido de casa. Gracias por llamarme cuando yo no te llamaba, 

Gracias por tus errores. Gracias porque aprendí a perdonar y a aceptar y a entender que hiciste las cosas lo mejor que pudiste y que nadie es perfecto. Costaron meses de terapia, pero valió absolutamente la pena. Acepté que a veces daba miedo estar a tu lado porque las cosas podrían salir muy mal y podría terminar gritándote o hiriéndote o hiriéndonos. Espero que también entendieras que si algunas vez hice algo que te lastimó, fue por accidente, nunca fui mi intención. Tampoco recibí el manual de cómo ser la hija ejemplar.

Hace unos días, alguien caminó arrastrando los pies. Y pensé que eras tú. Mi cerebro me dijo automáticamente que te asomarías en la cocina y me dirías algo, pero no, no podías ser tú. 

Cuesta entender y aceptar que ya no estás aquí corpóreamente. Cuesta mucho y no sé si alguna vez pueda entenderlo. Siento que un día regresaré nuevamente a casa y preguntaré por ti, porque siento que estarás sentado en tu cuarto, viendo la tele, peleando con el perro o con alguno de los gatos, con tu radio a todo volumen, haciendo ruido con tus herramientas o viendo la televisión. 

Si te quedas a esperarnos, donde sea que estés, por favor pásatelo bien. Si vuelves a la vida, en otro cuerpo, disfruta todo lo que puedas. Nosotros trataremos de hacer lo mismo, como podamos. No te quedes con el pendiente, poco a poco estaremos bien. 

Siento que todos te sentiremos presente aún. Y es que, de alguna manera, siempre lo estarás. 

Con amor siempre, 
tu hija, la más chiquita y la consentida. 


Pd: Una vez comencé a escribir una novela llamada "Lo bueno, lo malo y lo que decidimos recordar". Era sobre nosotros, la historia de un padre y su hija y los errores que cada uno comete, y un proceso de sanación que ambos emprenden para entenderse. Era lo que más anhelaba, poder entenderte. Y fue algo que pude hacer cuando me fui. 
Cuando la novela se publique, será dedicada a ti. 

Pd 2: ¿Cómo es posible que no tengamos ninguna foto juntos? Tengo el recuerdo de que una vez nos tomamos alguna, pero no la encuentré :( 

Esta es mi foto favorita tuya, así quiero recordarte. 







2 comentarios:

  1. Te quiero mucho, Annie. Qué hermosas palabras.

    ResponderEliminar
  2. Yo me pregunté si lloraste al escribir esta carta, si sonreíste, si suspiraste, si te detuviste un instante mirando al horizonte recreando un recuerdo o si lo escribiste de tirón. Este tipo de actos me parecen sumamente sanadores tanto para el que lo realiza como para quien lo inspira.
    También le he escrito a mi padre. De hecho es justamente un tipo de ejercicio que quiero proponer en un grupo de escritura que creé hace poco (estás invitada a unirte si quieres o si tienes FB. en mi blog/twitter verás la info) pero para más adelante.

    Te confieso que a momentos me conmoví con tus palabras, y aunque mi relación con mi padre no fue como la tuya, también fue intensa; lo recuerdo no sólo como un compañero de vida, sino también como un amigo, pero también como un gran maestro.

    Estas partidas nos hacen caer en cuenta que debemos amar más, compartir más y mejor, intentar comprender a los otros, empatizar. Así que estás llena de aprendizaje, experiencia y lecciones, además de amor.

    Léele en voz alta esta carta a tu padre si es que no lo hiciste. Estoy segura que te escuchará.

    ResponderEliminar

Escúpelo, que dentro te hace daño.